La lucha contra el envejecimiento cutáneo y trastornos de la estética corporal son una constante en la sociedad de la imagen en la que vivimos. Cuando se disponen de las herramientas biológicas necesarias para activar nuestro propio metabolismo, la profesional de la estética se da cuenta de la gran influencia que puede ejercer en la persona que deposita su confianza en ella. Ya al final de la primera sesión se puede sentir cómo realmente se ha producido algo, una modificación interna que en ocasiones no se es capaz de describir. Pero ya se ha iniciado el efecto de regeneración interna.
El envejecimiento comienza en el momento en el que el organismo produce menos células de las que mueren para mantener la renovación continua. En los niños, la creación de un mayor número de células que aquellas que mueren les asegura su desarrollo y crecimiento. En la edad adulta, el proceso de génesis celular se equilibra al proceso de necrosis (mortalidad), por el que el adulto se mantiene en una situación de estabilidad (no crece, pero tampoco envejece). En la edad madura, el proceso de necrosis celular se impone al proceso de génesis, por lo que comienzan a morir más células que aquellas que las reponen: entonces se habla de vejez.
El envejecimiento, como se puede observar, es un proceso evolutivo que se rige por parámetros individuales, si bien podemos observar tendencias generalizadas. La nutrición, la vida sana, la práctica deportiva, el descanso entre otros son factores que influyen positivamente en nuestra renovación interior.
A medida que el metabolismo basal se lentifica, los fluidos orgánicos se mueven más despacio. Entre ellos, el más importante es, sin lugar a dudas, la sangre. El hecho de que este preciado generador de vida no llegue a los tejidos destino para suministrarle el oxígeno necesario para su síntesis de energía o los nutrientes básicos para la respiración celular ocasiona la atrofia progresiva de esos tejidos y su envejecimiento prematuro. Y, siendo la piel el sistema orgánico más externo, no es de extrañar que la sangre tenga más dificultad en acceder a él y que, por ello, muestre primero los síntomas de este envejecimiento. La musculatura facial comienza a ceder ante la atracción de la gravedad en párpados, mentones y mejillas. La piel se oscurece y se vuelve opaca, casi cianótica, por la ausencia de una correcta eliminación del CO2. Las heridas tardan más en cicatrizar y la falta de turgencia de la piel se convierte en arrugas de las líneas de expresión.
La aplicación de una corriente eléctrica capacitiva en los tejidos en proceso de envejecimiento tiene adicionalmente otras ventajas. Además de la mejora del efecto trófico y circulatorio, cabe destacar el efecto de recarga celular que generan las corrientes de radiofrecuencia. Estas corrientes activan las células por el propio efecto del campo eléctrico que producen en la zona. Como si de pequeñas baterías se tratara, las células se “recargan” eléctricamente. Por ello, las células de los tejidos cutáneos y musculares adquieren más vigor para realizar correctamente su función y para reproducirse con mayor agilidad.
Este importante hecho explica que las personas que se someten a tratamientos faciales con Diatermia prolonguen la vitalidad de sus tejidos y retrasen dentro de lo posible el proceso de envejecimiento celular.
Este potente efecto biológico, unido a la inmediatez de los resultados en varios de los tratamientos, a la calidad de los mismos y a la agradable sensación de relajación que se genera en el paciente convierten a la diatermia en el instrumento de trabajo perfecto para los profesionales de la estética actuales.