Xantal Rovira ( FISIOTERAPEUTA)
Francesc Sucarrats (FISIO-OSTEOPATA)
La terapia acuática puede ser una buena opción para los pacientes que acuden a consulta después de una intervención quirúrgica o que presentan un cuadro tan agudo de su lesión que les es imposible hacer cualquier movimiento. A medida que el paciente va mejorando podremos combinar la terapia activa en agua y en seco.
Es importante dejar claro el concepto de Terapia Acuática. Ésta se postula como un conjunto de ejercicios activos y pasivos que se ayudan de las propiedades del agua para mejorar una lesión. La terapia acuática está lejos de la práctica de los estilos de natación y, aunque en algún momento podemos utilizarlos como herramienta, no son ni un fin ni una tónica habitual en rehabilitación. La mayoría de tareas van a ejecutarse en posición vertical y horizontal, y no siempre van a requerir un desplazamiento. Este hecho hace que cualquier paciente pueda beneficiarse de realizar terapia acuática, excepto si tiene alguna de las siguientes contraindicaciones: herida dermatológica, alergia a los productos del agua, hidrofobia, etc.
La razón principal para recomendar la terapia acuática se debe a las propiedades del agua, las cuales favorecen el drenaje de edemas, la movilidad del cuerpo y la mejora propioceptiva en estados en que los pacientes tienen dificultades para trabajar en seco.
Estas características se basan en los llamados principios hidrodinámicos, que detallamos a continuación.
Flotación y presión hidrostática: La fuerza de flotación es contraria a la fuerza de la gravedad. Cuanto más cubierto esté el cuerpo dentro del agua, el paciente notará menos la gravedad (esquema de Lecremier). Este principio nos servirá para:
•Reducir el impacto
•Controlar la carga corporal en las extremidades inferiores
•Mejorar el equilibrio.
Si el paciente está en bipedestación, el ejercicio será asistido en el caso de ir a favor de la flotación, o bien será resistido si va en contra de la misma. Si está en posición horizontal, la dificultad estará en mantener el equilibrio, sin girarse o hundirse. Por otra parte, a mayor profundidad, mayor presión hidrostática existirá, y este hecho favorecerá el retorno sanguíneo si nos ponemos en posición vertical.
Resistencia: Hay diferentes tipos de resistencia. La más importante para cambiar la intensidad del ejercicio es la Resistencia de Forma Frontal. Ésta se refiere a la superficie que está en contacto con el agua cuando el cuerpo se mueve. Es decir, cuanta más superficie de contacto haya, mayor resistencia frontal. Este principio lo estaremos utilizando, por ejemplo, cuando el paciente cambie la posición de la mano (presentándola en un puño, en mano abierta, con el índice o pulgar, etc.), o bien añadiendo material para aumentar la superficie (un guante, una aleta de buceo, un churro, una tabla, etc.).
Por otra parte, también podemos dificultar el ejercicio creando turbulencias en el agua (Resistencia de Oleaje), o bien pidiendo al paciente que entre en la piscina con ropa para aumentar la Resistencia de Rozamiento.
Inercia: La inercia es la corriente que se genera al moverse dentro del agua. Los ejercicios van a ser más complicados al hacer un cambio de sentido porque irán en contra de estas corrientes. Otra manera de exigir más intensidad será aumentando la velocidad de ejecución.
Acción-reacción: Una acción dentro del agua va a recibir una fuerza en sentido contrario de la misma intensidad. El ejercicio será más duro cuanto más potente sea la acción realizada.
También podemos facilitar o dificultar el ejercicio combinándolo con otros movimientos. Por ejemplo, si nos desplazamos lateralmente, podemos facilitar el ejercicio empujando el agua con las manos en sentido contrario al desplazamiento. Por el contrario, lo complicaríamos si empujamos el agua al mismo sentido del que nos desplazamos.
Palanca: La palanca del movimiento la podremos modificar ejecutando las acciones con mayor o menor amplitud, pudiendo estirar o flexionar las extremidades. De esta manera, incidiremos en la resistencia, en el centro del equilibrio y en la forma del desplazamiento.
De estos principios nace la fórmula SWEAT, clave para variar y ampliar los ejercicios básicos:
S = se refiere a la superficie y velocidad; más superficie y a más velocidad, más aumentaremos la intensidad.
W= se refiere a la posición del cuerpo al hacer el ejercicio; lo podemos realizar con apoyo bipodal, monopodal, con salto o en flotación; cuanta más inestabilidad haya, será más complicado ejecutar la tarea.
E= se refiere a la amplitud del movimiento; un movimiento amplio involucra más rango articular; a su vez, si intentamos ejecutar un ejercicio manteniendo la velocidad, obligaremos al paciente a hacer más fuerza cuando aumente la amplitud de movimiento.
A= se refiere a los planos de movimiento (frontal, transversal, sagital), pudiendo cambiar la implicación de las fibras musculares o trabajando todos los ejes de una articulación; por ejemplo, ejecutando una patada frontal incidiremos en el psoas, una patada lateral necesitará en mayor medida del glúteo medio, y una patada posterior precisará del glúteo mayor y musculatura isquiosural.
T= se refiere al desplazamiento (hacia adelante, atrás, diagonal…) que genera resistencia frontal e inercia.
A partir de esta base se plantea una batería de ejercicios activos con sus variantes, divididos en subgrupos, que son los que presentamos a continuación.
Ejercicios de marcha: óptimos para el calentamiento, para el equilibrio, para el inicio de la carga corporal y para la fuerza y movilidad de las extremidades inferiores.
Ejemplos: caminar hacia adelante, hacia atrás, de lado, cruzando piernas…
Ejercicios sin material: óptimos para calentar o aumentar movilidad.
Ejemplos: patadas, lunges, abducción de brazos, levantar las rodillas…
Ejercicios con material: un churro, dos churros, una tabla, un pull-boy… óptimos para generar más fuerza.
Ejemplos: pisar el churro, saltar el churro como si fuera una cuerda de saltar, bajat la tabla de la superficie al ombligo…
Ejercicios con desplazamiento: óptimos para aumentar las pulsaciones, la coordinación y para ejecutar movimientos sin impacto. Los desplazamientos pueden ser en decúbito supino, decúbito prono o lateral.
Ejemplos: desplazamiento lateral con dos churros, desplazamiento hacia atrás abriendo y cerrando piernas, flexionar y estirar rodillas a la vez propulsando hacia atrás…
A parte de la terapia activa, también podemos trabajar mediante terapia pasiva. Ésta sirve para relajar y ganar movilidad. El paciente se quedará en decúbito supino, con un churro debajo de las rodillas, uno debajo de las cervicales y, si es necesario, otro en la zona lumbar. El fisioterapeuta, deslizará al paciente buscando la máxima amplitud de movimiento, provocando movimientos espontáneos de las extremidades, el estiramiento y el masaje. También realizará pequeños empujes, facilitando la tracción y la relajación muscular.
En la primera sesión se explicarán, mostrarán y practicarán los diferentes ejercicios de cada apartado. También se observará el rango articular previo a la sesión. De esta forma, el fisioterapeuta tendrá un punto de partida para elaborar el programa. En las siguientes sesiones se combinarán algunos de los ejercicios de cada subgrupo, realizando sesiones de un mínimo de 20’ hasta 1 hora.